Sendai y Coria
16.03.2011 20:19
CUANDO una tragedia golpea a parientes, amigos o vecinos nos llega más al corazón. Es el caso, a pesar de la enorme distancia física que las separa, de la ciudad de Sendai respecto a la localidad sevillana de Coria del Río. Ambas están unidas desde hace 400 años. Sendai es la capital de la prefectura de Miyagi al nordeste de Tokio. Con un millón de habitantes es la undécima población de Japón. Estaba muy cerca del epicentro del seísmo y la arrasó una ola de diez metros de altura que ha devastado toda la franja costera. Hay coches colgados de los árboles. Y los equipos de salvamento buscan supervivientes debajo de toneladas de escombros.
Se estima que los muertos en esta región pueden llegar a diez mil, la mayor parte en la capital, en donde no hay electricidad y el abastecimiento de agua es difícil. Una imagen aérea, sobre un campo de fútbol de tierra, muestra una larguísima cola que hace eses estrictamente encima de las marcas señaladas en el terreno, de gente que aguarda disciplinadamente llenar sus bidones de agua. De manera ordenada los supervivientes se acercan a los centros de información para ver si los nombres de sus familiares o amigos están entre las personas encontradas con vida, o entre los fallecidos.
Sendai está además a unos sesenta kilómetros de la central nuclear de Fukushima en donde se produjo una explosión el sábado y no se descartan otras. Once de los cincuenta reactores nucleares de Japón se pararon después del terremoto, provocando una caída en el aprovisionamiento de electricidad. La otra central afectada por la tragedia, en Tokai, les coge mucho más lejos. Y de Sendai a Coria hay unos 10.500 kilómetros. Pero mucho más recorrió la misión que el señor feudal de Miyagi envió a México, España y El Vaticano en 1613, para buscar apoyo político y religioso para los japoneses convertidos al cristianismo, que llegó a Coria un año después. Aunque no vinieron por el continente euroasiático, sino por la ruta de México.
El samurái que estaba al frente de aquella expedición, Hasekura Tsunenaga, se entrevistó con el rey Felipe III, con el papa Pablo V y volvió a Sendai en 1620, pero un grupo de sus compañeros de aventura se quedaron aquí. Hay evidencias de partidas de bautismo en el siglo XVII de niños con el apellido Japón, muy común en la actualidad en esta ciudad ribereña del Guadalquivir a las puertas de Sevilla. Los cientos de Japón corianos han visto como todo el mundo las tremendas imágenes de la televisión; pero seguro que todavía con más emoción. Tienen razones para apenarse de la suerte de los damnificados. Y también motivos para el orgullo de sus parientes lejanos: la odisea japonesa es una lección de civismo y organización, sin protestas, sin violencia. De dignidad de la población, a pesar de la magnitud de la desgracia.
Se estima que los muertos en esta región pueden llegar a diez mil, la mayor parte en la capital, en donde no hay electricidad y el abastecimiento de agua es difícil. Una imagen aérea, sobre un campo de fútbol de tierra, muestra una larguísima cola que hace eses estrictamente encima de las marcas señaladas en el terreno, de gente que aguarda disciplinadamente llenar sus bidones de agua. De manera ordenada los supervivientes se acercan a los centros de información para ver si los nombres de sus familiares o amigos están entre las personas encontradas con vida, o entre los fallecidos.
Sendai está además a unos sesenta kilómetros de la central nuclear de Fukushima en donde se produjo una explosión el sábado y no se descartan otras. Once de los cincuenta reactores nucleares de Japón se pararon después del terremoto, provocando una caída en el aprovisionamiento de electricidad. La otra central afectada por la tragedia, en Tokai, les coge mucho más lejos. Y de Sendai a Coria hay unos 10.500 kilómetros. Pero mucho más recorrió la misión que el señor feudal de Miyagi envió a México, España y El Vaticano en 1613, para buscar apoyo político y religioso para los japoneses convertidos al cristianismo, que llegó a Coria un año después. Aunque no vinieron por el continente euroasiático, sino por la ruta de México.
El samurái que estaba al frente de aquella expedición, Hasekura Tsunenaga, se entrevistó con el rey Felipe III, con el papa Pablo V y volvió a Sendai en 1620, pero un grupo de sus compañeros de aventura se quedaron aquí. Hay evidencias de partidas de bautismo en el siglo XVII de niños con el apellido Japón, muy común en la actualidad en esta ciudad ribereña del Guadalquivir a las puertas de Sevilla. Los cientos de Japón corianos han visto como todo el mundo las tremendas imágenes de la televisión; pero seguro que todavía con más emoción. Tienen razones para apenarse de la suerte de los damnificados. Y también motivos para el orgullo de sus parientes lejanos: la odisea japonesa es una lección de civismo y organización, sin protestas, sin violencia. De dignidad de la población, a pesar de la magnitud de la desgracia.
Fuente: Diario de Sevilla
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